La Iglesia de Santa María de la Fuente la Mayor, como así se la denominaba, por tener frente a ella y junto al palacio del Cardenal Mendoza, una fuente de buenas aguas, traída hasta allí a finales del siglo XV, es una de las diez parroquias que existieron en Guadalajara, al menos, desde la Baja Edad Media. En el siglo XV es ya la iglesia más importante de la ciudad, hasta el punto de que el Gran Cardenal, Pedro González de Mendoza, solicitó y obtuvo del papa, Sixto IV, en 16 de noviembre de 1478, la consideración de iglesia colegiata. Ya en el siglo XX, en 1959, Santa María adquirió el status de Concatedral.
La construcción actual data de finales del siglo XIII o principios del XIV; es considerada como obra mudéjar, siendo el ladrillo y el mampuesto, junto a unos pequeños detalles de cerámica verde, sus materiales más empleados. El exterior nos muestra tres magníficas puertas mudéjares de entrada al templo; una de ellas, la que daba acceso a su antigua sacristía, se encuentra hoy en día condenada.
Destaca de su exterior la esbelta torre de ladrillo, sin duda
alguna, uno de los símbolos plásticos y emblemáticos más destacados de
Guadalajara, además, de ser considerada como una de las manifestaciones arquitectónicas
más importantes de ella. El templo se encuentra rodeado, por sus caras norte y
este, de una estilizada galería del denominado como renacimiento alcarreño de principios
del siglo XVI.
El interior del templo, nos muestra una planta de tres naves, separadas por fuertes pilastras y arcos de medio punto y sobre el crucero una sencilla cúpula con linterna, construidas a principios del siglo XVII; todo ello de influencia barroca. Esta construcción de escayola nos impide ver el bonito artesonado mudéjar, adornado de sencillas pinturas, a modo de escudos, que permanece cubriendo la iglesia.
A los pies del templo encontramos el Baptisterio, con una pila bautismal
de estilo románico recuperada de la iglesia de Retuerta.
Al otro lado vemos los santos óleos, guardados en ánforas de cristal: el
santo Crisma, el óleo de los catecúmenos de color verde; el óleo de los
enfermos de color morado. Bendecidos y consagrados por el obispo de la CATEDRAL DE SIGÜENZA (enlace a nuestra publicación) en la Misa Crismal y presentados en la
Concatedral el día de jueves Santo, para después ser repartidos por las
parroquias del arciprestazgo de Guadalajara.
Se encuentran bajo un arco estucado, que formaba parte de la bóveda de la
llamada Capilla de San Cristóbal o de los Castilla. Así como restos de lápidas
funerarias de los siglos XV-XVI.
En la nave del evangelio, se encuentra la capilla del Santísimo,
mandada construir por la familia Guzmán (a la entrada podemos ver su escudo de
armas), siendo el primero en ser enterrado en ella Nuño Beltrán de Guzmán, en 1501. Esta familia fue la fundadora de
la Guadalajara de Méjico.
Se cubre con un bello artesonado renacentista.
En la cabecera de la nave contemplamos el retablo de la Dolorosa y del
Cristo Yacente del siglo XX, confeccionado con diversas piezas de otros
retablos destruidos durante la Guerra Civil. El Cristo Yacente es una obra del
prestigioso escultor sevillano Fernando Cruz Solís, tallada en 1945.
Un poco levantado sobre el resto del tempo se encuentra el presbiterio, fundado en el primer cuarto del siglo XVII por el mecenazgo de Manuel de Albornoz y Sotomayor, cura de la iglesia. Muestra un magnífico retablo de Francisco de Mir, quien lo diseñó a principios del siglo XVII, en 1622. Se trata de un retablo dividido en dos cuerpos y con tres calles, en las que se muestran varias escenas de la vida de Jesús: la Anunciación, la Visitación, El Nacimiento, la Visita de los Reyes Magos. Así como la Asunción de la Virgen y, coronando el retablo, la Santísima Trinidad.
En la pared del evangelio, se encuentra el enterramiento de Juan de Morales, tesorero de los Reyes Católicos, muerto en 1502. Bajo moderno arcosolio,
aparece la estatua orante, arrodillada sobre un almohadón, del donante, que se
cubre la cabeza con bonete de finales del siglo XV. Ante él, buena escena en
medio relieve: la Resurrección, con cuatro figuras y un paisaje. Sobre el
grupo, escudo del personaje.
En la nave de la epístola, encontramos la capilla de los Figueroa y
Torres, más tarde llamada de los Marqueses de Villamejor, ocupando el lugar de la antigua sacristía.
Contiene los enterramientos de esta noble familia, con buen altar en mármol,
obra del siglo XIX, y varias lápidas sepulcrales.
Y por último, en la cabecera vemos la capilla de la Visitación, en
la actualidad dedicada a la Virgen de Fâtima. Donde se muestra una escultura de
madera, copia original y única de la que existe en la capilla de las Carmelitas
Descalzas de Coimbra, y tallada siguiendo las indicaciones de la propia Sor
Lucia.
Ofreciéndose a María con su lema “Totus
tuus, Maria, ego sum”, se encuentra la imagen de San Juan Pablo II, realizada en
madera por unos talleres alcarreños el mismo año de su beatificación. Es una de
las primeras representaciones del papa realizadas en el mundo.
En ella se encuentra también la estatua yacente, en alabastro, de don
Alonso Yáñez de Mendoza, quien lo mandara construir en 1480. Se representa revestido con hábitos
religiosos y manos orantes. Lo demás es añadido del siglo XVIII, en que un
descendiente puso hornacina de gusto neoclásico conteniendo el escudo de Yáñez
timbrado de capelo.
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Monumento al Cofrade |
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https://www.santamarialamayor.es/historia-de-la-parroquia/
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