MONASTERIO DE SAN JUAN DE LOS REYES, TOLEDO

El Monasterio de San Juan de los Reyes fue concebido bajo el patrocinio de la reina Isabel I de Castilla con la intención de convertirlo en mausoleo real, en conmemoración de la batalla de Toro y del nacimiento del PRÍNCIPE JUAN (enlace a nuestra publicación). Así, fue encargada su edificación por estos, a Juan Guas en 1476, quien construyó el edificio más importante erigido por los Reyes Católicos; uno de los templos más admirables de la ciudad de Toledo y uno de conjuntos más bellos de España del gótico hispano-flamenco, conocido también por arte isabelino.

Dedicado a San Juan Evangelista en memoria del REY DON JUAN (enlace a nuestra publicación), su padre, el monasterio refleja la devoción de Isabel la Católica.

Hoy en día, el acceso a la visita para personas con movilidad reducida, parcialmente accesible, se realiza por la PORTADA DEL PELÍCANO o también llamada del Calvario, reubicada sobre el muro de fachada de la sacristía en 1953-1954. Esta obra de Juan Guas, consiste en una cruz sin la imagen de Cristo, coronada por un pelícano alimentando a los polluelos con su propia sangre, aludiendo a la Eucaristía, y flanqueada por las imágenes de la Virgen y San Juan Evangelista.

Dicha portada da acceso, a través de elevador vertical de corto recorrido, nos permite acceder a la ANTIGUA SACRISTÍA, una sala especialmente significativa dentro del conjunto monástico tanto por su uso original de sacristía como por su privilegiada ubicación. A pesar de ello, su configuración ha sufrido continuas modificaciones provocadas por las distintas circunstancias ocurridas desde su construcción, así como por sus cambios de uso. Se trata de un amplio espacio rectangular de 21,8 × 7 m cubierto por tres tramos de bóveda de crucería a una altura media de 7,5 m, con clave rodeada por un círculo moldurado, abriéndose en terceletes. Encargada su construcción a Enrique Egas en el año 1500, tres años después se le unirá su hermano Antonio para seguir conjuntamente las obras del aposento superior de la reina sobre la sacristía, por lo que podemos entender que la planta baja está concluida en 1507, año en que se tiene noticia de los trabajos en el aposento y en la escalera.


En este espacio sobresalen las PINTURAS MURALES descubiertas en 2017 Y que una minuciosa intervención iniciada en 2021 ha permitido dar a conocer un inédito conjunto mural de grandísima calidad en el que resalta el programa decorativo inicial del siglo XVI que se ve acompañado por varias escenas de fecha posterior, además de por un conjunto escultórico barroco que descansa sobre la hornacina superior de la puerta de acceso a la escalera que comunica con el denominado «claustro del rey».

En las pinturas murales de la sacristía de San Juan de los Reyes la muerte está presente en todos los paneles decorados conservados, ya que se trata de un monasterio pensado y creado como panteón real. Aún a falta de casi la mitad de las pinturas resulta posible hacer una lectura de la decoración pictórica y un acercamiento al mensaje que el comitente y el artista quisieron transmitir con esta obra. Así, se conservan tres grandes escudos: el de Felipe II, acompañado por el de sus bisabuelos los Reyes Católicos y el de su padre Carlos V. El conjunto se completaría con otra pareja heráldica perdida que cubría el mural opuesto, que podrían ser los escudos de dos reinas: a la derecha del rey el de Isabel de Valois, su esposa en ese tiempo; y a continuación, frente al del emperador, el de su madre Isabel de PortugalSobre el friso de inscripción que limita la faja baja arquitectónica figurativa, se sitúa una franja decorativa conformada por una serie de putti tenantes de escudos con alta simbología heráldica. Cada blasón es sustentando por dos niños y se unen por la línea que la recorre del bordón franciscano (cordón franciscano de tres nudos de los hermanos menores). Las figuras que aparecen en los blasones son los instrumentos de la pasión de Cristo. Bajo estas, inspiradas en pasajes de la historia de la orden franciscana, a modo de procesión, se nos ofrece el ejemplo y el triunfo de un grupo de frailes menores mártires en tierras ceutíes, que se representan bajo solemnes arcadas de medio punto. Capitaneados por san Daniel, los siete hermanos se dirigieron a la Ceuta entonces dominada por los almohades, donde fueron apresados por el hecho de predicar sin permiso de los gobernantes locales, y conminados a convertirse a la religión islámica. Ante la negativa de los franciscanos a esta conversión, fueron degollados el 10 de octubre de 1227. La actitud de estos nuevos mártires franciscanos, que no traicionaron el cristianismo, tuvo su recompensa el 22 de enero de 1516, cuando los siete hermanos fueron canonizados por el papa León X, quien fijó la fecha de su aniversario en el calendario litúrgico cada 13 de octubre.

Entre todas las pinturas, sin lugar a duda, una de las figuras de mayor calidad es, la de san Francisco de Asís (1182-1226), uno de los santos más representados y venerados a lo largo de la historia.

En el muro testero norte, unas pinturas barrocas encierran la representación del monte Calvario con tres cruces vacías, las que tuvieron su protagonismo durante el culmen de la pasión en el mediodía del Viernes Santo. La central, la que albergó a Jesús, contiene la consabida cartela INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum); las de los lados se asocian a las de los dos malhechores que compartieron la ejecución del Calvario junto a Cristo. Las cruces se sitúan en un paisaje en el que se distingue, a la izquierda, una silueta de ciudad que evoca a Jerusalén, más unas montañas que sobresalen con una gama de azul que se diferencia de los tonos del cielo, vegetación a través del color verde del terreno natural o árboles con diferente ramaje y tupidos de hojas. En la parte inferior de las cruces aparecen restos de osamenta humana y calaveras que se esparcen por el suelo pedregoso. Esta representación tan macabra, además de recordar el destino de la humanidad, evoca el pasaje del Evangelio de Mateo (27:51-52): «y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros».

Sobre la puerta que se abre en este muro se colocó una curiosa escultura de un cadáver yacente, la cabeza ligeramente elevada apoyada sobre el codo derecho, todo en el interior de una hornacina muy ajustada, cuyo fondo está decorado con una cartela pictórica en la que se expone una cita relativa a esta vanitas. La inscripción, que reza «EXPECTO DONEC VENIAT INMUTATIO MEA», se relaciona con el capítulo en que Job discurre sobre la brevedad de la vida en el Antiguo Testamento (14:14): “Espero hasta que llegue mi transformación”.

A través de una pequeña puerta se accede al CLAUSTRO, obra maestra de Enrique Egas, compuesto por cuatro alas abiertas a un patio a través de grandes ventanales de tracería flamígera, bordeados por un friso con decoración vegetal y animal.





Las galerías del piso inferior están cubiertas por bóvedas de crucería y arcos apuntados separando sus tramos. Conjuntos escultóricos compuestos por estatuas de personajes eclesiásticos, bajo dosel y peana, se sitúan en los entibados de los arcos y filigranas con decoración vegetal y zoomórfica enmarcan los paños de las paredes a modo de alfiz.






En la planta superior (no accesible a personas con movilidad reducida), es notable la bella techumbre policromada que repite, como motivo ornamental, emblemas, armas e iniciales de Isabel y Fernando, realizado en estilo mudéjar.




En las esquinas de la galería aparecen unos arcos rebajados, a modo de adorno y sin función arquitectónica alguna, sobre los que se disponen dos leones enfrentados y tumbados, sosteniendo los escudos de los Reinos de España. En esos arcos se puede leer el emblema de los Reyes Católicos: "Monta tanto".

La reina Isabel no llegó a verlo terminado ya que había fallecido años antes como lo atestigua un epígrafe que recurre todo el perímetro.

Cabe apuntar que la crestería neogótica​ que remata la parte alta del claustro, numerosas esculturas exentas y gárgolas son parte de la restauración de Arturo Mélida y Alinari  en el siglo XIX. De su ingenio también proviene el diseño de las armaduras neomudéjares,​ que cubren la planta alta del claustro.






En el claustro, una hermosa puerta nos permite el acceso al interior de la IGLESIA.

Tiene una sola nave cubierta con bóvedas de crucería, con cúpula estrellada sobre el presbiterio, coro alto y capillas laterales entre los contrafuertes, destacando la abundante decoración que adorna el crucero y la capilla mayor. 






En esta última el esquema decorativo es a base de arcos conopiales y escudos de los Reyes Católicos sostenidos por el águila de San Juan. El perímetro interior de la iglesia está recorrido por una franja con un texto conmemorativo, lo que puede considerarse una adaptación de la epigrafía árabe a la arquitectura cristiana.

El retablo de la iglesia fue realizado por Francisco de Comontes para el Hospital de Santa Cruz, de ahí que muestre las armas del cardenal Mendoza, fundador del Hospital. En el retablo encontramos las siguientes escenas: Jesús camino del Calvario, El Descendimiento y Santa Elena con los milagros de la Cruz.

En su FACHADA PRINCIPAL aparece la tradicional decoración isabelina, formada por estatuas, arquerías ciegas, pináculos y bolas. La portada fue abierta con posterioridad y labrada según diseño de Covarrubias, pero se realizó muchos años más tarde (1606-10), cuando se había perdido el gusto por el gótico. Ostenta variedad de esculturas de santos franciscanos que cortejan la imagen elevada de San Juan Evangelista, dentro de un arco conopial. Escudo y cruz coronan el conjunto entre yugos y flechas. Dos soldados, con cota y manto romanos, vigilan la entrada desde la altura de unos contra-fuertes. En ella destacan las cadenas de los cristianos cautivos que fueron liberados por Fernando el Católico en la toma de Málaga y Baeza.




Repasando la historia de este monumento indicar que un incendio durante la invasión francesa de 1808 destruye el retablo original, la importante biblioteca y el edificio de la comunidad que contenía un segundo claustro con decoración plateresca, conocido como Claustro del Rey. Tras las desamortizaciones del siglo XIX, que privaron a la iglesia de sus bienes, los frailes fueron exclaustrados, la iglesia convertida en parroquia de san Martín de Tours, cuyo templo primitivo se derribó por ruinoso, y el claustro cedido a la Comisión de Monumentos para instalar un Museo. En 1954 regresa la comunidad de franciscanos y en 1977 se restaura la vida parroquial de San Juan de los Reyes. En 1926 fue declarado Monumento Histórico-Artístico de interés nacional.

Por último, frente a la fachada del monasterio, contemplamos el MONUMENTO A ISABEL I DE CASTILLA, levantado junto al Palacio de los Duques de Maqueda, también conocido como Palacio de La Cava.

TODA LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN ESTA PUBLICACIÓN, HA SIDO RECOGIDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:

https://buscandomontsalvatge.blogspot.com/2013/09/toledo-convento-de-san-juan-de-los-reyes.html

https://www.sanjuandelosreyes.org/

https://www.turismocastillalamancha.es/patrimonio/monasterio-de-san-juan-de-los-reyes-21164/descripcion/

https://toledomonumental.com/monasterio-de-san-juan-de-los-reyes/

https://cultura.castillalamancha.es/patrimonio/catalogo-patrimonio-cultural/monasterio-de-san-juan-de-los-reyes-de-toledo

https://es.wikipedia.org/wiki/Monasterio_de_San_Juan_de_los_Reyes

https://www.fundacionacs.com/descarga/pinturas-murales-san-juan-reyes-toledoweb.pdf  

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