PALACIO DEL INFANTADO, GUADALAJARA

 

En la plaza España se alza el edificio más hermoso de la capital, el Palacio de los Duques del Infantado, calificado como “único en su género” por aquellos autores que se han ocupado de él, señalándolo como una peculiar muestra del arte universal. Fue construido hacia 1480, en el mismo lugar que ocupaban las «casas principales» de Pedro González, primer Mendoza alcarreño, por Juan Guas, arquitecto toledano, y el tallista Egas Cueman a instancias de Íñigo López de Mendoza y Luna II Duque del Infantado, «por acrecentar la gloria de sus progenitores y la suya».

Estatua de Pedro González de Mendoza frente al palacio.

En 1560 se casó en este palacio Felipe II con Isabel de Valois. En 1738, Mariana de Neoburgo, viuda de Carlos II, fue autorizada a regresar a España desde su exilio en Bayona y se instaló en este palacio, donde murió poco después, en 1740. También fue escenario del encuentro de Felipe V con Isabel de Farnesio por motivo de su boda por poderes. Actualmente el palacio además del Archivo Histórico es sede del Museo Provincial de Guadalajara.

Es una mezcla entre palacio y fortaleza y su estilo es absolutamente hispano, pues aunque parte de la decoración y estructura de balcones o portadas son de corte gótico de tradición flamenca, otros muchos elementos decorativos y la disposición de vanos en la fachada, incluso el mismo tema ornamental de las cabezas de clavos, son de herencia morisca; es un ejemplo exquisito de lo que ha producido el arte mudéjar. Supera ambos estilos y adquiere el marchamo de gótico isabelino o hispano-flamenco, alterado en la segunda mitad del siglo XVI con trazas renacentistas.


La fachada principal, orientada a poniente, es una de las joyas del arte gótico civil. Los elementos decorativos más destacados son unas puntas de diamante en toda la fachada; la última planta, que corona la fachada, presenta una galería corrida de balcones y garitones alternados en cuyo interior se encontraba la sala de lectura de la Biblioteca Provincial (cuando se encontraba en el edificio). Esta sala está decorada con gran sobriedad y clasicismo y rematada con artesonado. Con un objetivo claro de realizar propaganda y con el fin de realizar un modelo a seguir por la nobleza "modus vivendi", el lenguaje de la fachada sobre todo del palacio recogía las influencias andalusíes sobre el lenguaje de la escuela toledana.​ 

La puerta principal de entrada al edificio se encuentra en esta fachada, pero descentrada, situada en el extremo izquierdo, correspondiéndose con el patio interior. 

Sobre la puerta se encuentra el escudo de los Mendoza, sobre éste, casi exenta, aparece la corona ducal y encima de ella en la clave del arco apuntado vemos una celada que mira de frente, como símbolo de ducado soberano y sobre ella aún la corona cívica y un águila mirando al frente. Dos velludos varones sostienen el circular complejo emblemático en que consiste este escudo. Encerrados en conopiales volutas rematadas en breve florón aparecen veinte distintos escudos que vienen a representar los estados, títulos y señoríos que hasta ese momento estuvieron en poder de la casa de Mendoza.

El patio central, llamado patio de los leones, es de forma rectangular, ligeramente alargada de sur a norte ya que en los lados de levante y poniente aparecen siete arcos, frente a cinco que aparecen tan sólo en los contiguos.


Como relleno de los paramentos alzados sobre los arcos se presentan diversidad de temas: las famosas parejas de leones (emblema de don Diego Hurtado de Mendoza), sobre cada columna se alza un escudo, alternando el del apellido Mendoza con el de Luna (todos rematados con la correspondiente corona ducal). El paramento de la galería superior presenta parejas de grifos alados enfrentados y encadenados. Todo se completa con los escudos de los Mendoza y los Luna.

En el interior nos sorprende el SEPULCRO DE DOÑA ALDONZA DE MENDOZA, duquesa de Arjona  hija del primer matrimonio entre Diego Hurtado de Mendoza y María Enríquez de Castilla (hija bastarda de Enrique II rey de Castilla, el primero de la Casa de Trastámara) y hermanastra de Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, perteneció a uno de los linajes más influyentes en la Castilla Medieval y Moderna. Contrajo matrimonio en Olmedo con Fadrique Enríquez de Castilla, conde de Trastámara y futuro duque de Arjona, que era, a su vez, hijo de Pedro Enríquez de Castilla y nieto de Fadrique Alfonso de Castillamaestre de la Orden de Santiago. Su matrimonio resultó muy desgraciado, siendo maltratada por su esposo.

Su sepulcro ingresó en el Museo en 1845, procedente del Monasterio de San Bartolomé de Lupiana y en él permaneció hasta 1868, cuando fue trasladado al Museo Arqueológico Nacional de Madrid, hasta su regreso definitivo en 1973.


Este sepulcro, por su calidad, es uno de los mejores ejemplares de la escultura funeraria del gótico final castellano que anuncia ya el Renacimiento. Se ha presentado como uno de los exponentes más bellos de la escultura funeraria de mediados del siglo XV, ya que reúne las pervivencias medievales, el sepulcro exento con escultura yacente; y las innovaciones del Renacimiento plasmadas en el cuidado semblante de la figura y la perfección de los pliegues del vestido. El personaje, con los ojos cerrados, descansa en posición de decúbito supino con la cabeza apoyada sobre dos almohadas, decoradas con motivos vegetales y con borlas en las esquinas. Lleva un vestido largo, amplio, ceñido con una cinta bajo el pecho, y toca con tres alfileres, uno en la parte superior de la cabeza y dos en los laterales; en el cuello se aprecia un collar de varias vueltas con un colgante en forma de cruz. Las manos cruzadas, apoyadas sobre el pubis, sujetan un rosario que se extiende hasta media pierna.

También vemos en las paredes de este museo, muestras de las Azulejerías que adornaban estas salas.



Eran famosos también los artesonados mudéjares del interior del edificio, unos de los mejores del mundo, que desaparecieron durante la Guerra Civil, junto con la mitad de las salas decoradas también con pinturas al fresco.





Los techos de los salones bajos se decoraron a fines del siglo XVI por encargo del quinto duque del Infantado, con pinturas al fresco realizadas entre 1578 y 1580 por el florentino Rómulo Cincinato, que anteriormente había trabajado en El Escorial al servicio de Felipe II.


Las dos amplias habitaciones que daban a la galería del jardín (del Día y de Escipión) se han perdido.




Entre las conservadas destaca la SALA DE LA ATALANTA (vulgarmente de la Caza), en la que aparecen cinco escenas de la leyenda que protagoniza esta diosa junto a Hipómenes, en ella luce una impresionante chimenea de mármol de Carrara obra de los italianos Juan Bautista y Domingo Milanés.




Revelación de la historia de Atalanta. El vencido pretendiente ha sido muerto; Atalanta explica a Hipómenes la profecía y oráculo de la sibila délfica (que aparece delante de un templo antiguo) sobre su virginidad, y la prueba que deben superar sus pretendientes para poder casarse con ella, Alrededor de este cuadro se representan minúsculas escenas cinegéticas, con la caza del ciervo, el jabalí, la garza y palomas con halcones. La presencia de una caza del jabalí podría hacer referencia a la historia de Atalanta (de Arcadia) y Meleagro, cazadores del jabalí de Calidón.


Carrera de Hipómenes y Atalanta, en el momento en que aquél lanza la tercera manzana de oro de las que le entregara Venus, al haberle pedido protección y ayuda como amoroso pretendiente.

En unas esquinas, por encima de escudos heráldicos, aparece la diosa Cibeles, como una Diana de Efeso, la Gran Madre que castiga a los profanadores.

En otras esquinas puede verse una figura femenina con frutos y flores en las manos que podría identificarse como Ceres, frecuente compañera de Cibeles en las representaciones renacentistas.

Accedemos ahora a la gran SALA DE LAS BATALLAS, a la que en algunos libros se denomina también como “Sala de Don Zuria”. Es esta la más amplia y espectacular, representando múltiples y movidas escenas reales o mitológicas de la historia militar de los Mendoza.

Así, en su techo central vemos tres grandes cuadros, estando el central ocupado por un abigarrada reyerta que no es otra que la batalla de Arrigorriaga, en la que el primero del linaje, don Zuria “el Blanco” vence a las tropas leonesas y se proclama señor de Vizcaya. 

Viendo luego en los tondos y pinturas de contorno circular que adornan el espacio multitud de escenas de batallas en las que los Mendoza, siempre victoriosos, conquistan Al Ándalus.

En la siguiente pintura vemos al Zurdo señalando una serie de navíos desde la costa. Es posible que represente la ría del Nervión, que separaba el Condado de las Encartaciones, zona incorporada a Vizcaya en tiempos de Iñigo Ezquerra.


 Y van añadiendo bondades como el honor, la fama, la virtud y la eternidad. 
En esta se representa a La Virtud, mujer tocada con un casco, lanza en la mano derecha y cetro en la izquierda, apoya su pie sobre una tortuga, símbolo de la prudencia.


La Fama, alada joven, pisando una esfera del mundo y tocando una trompa.


Es posible que algunas escenas ilustren hechos heroicos de la Guerra de Granada de tiempos de los Reyes Católicos, hechos casi contemporáneos y de ahí el uso de indumentarias modernas; en esta guerra brillaron con luz propia algunos de los miembros de la familia de los Mendoza como D. Pedro González de Mendoza, el Gran Cardenal de España, o el II Duque del Infantado D. Iñigo López de Mendoza. Es asimismo sólo posible otras escenas correspondan a la historia de la conquista de la ciudad de Guadalajara (1081/1085) por parte de Alvar Núñez de Minaya, tras un asedio y asalto valeroso a la plaza. Este hecho militar, más legendario que históricamente probado, pondría en relación a la ciudad arriacense con el Cid Campeador.




Otra sala magníficamente decorada en sus techos es la SALA DE CRONOS o Sala del Tiempo, antecámara de la Sala de las Batallas en la que se representa a este dios del tiempo, vencedor sobre todas las cosas, y una serie de símbolos del Zodiaco.



Además, también se conservan del incendio posterior al bombardeo de 36, dos Saletas: La SALETA DE LOS HÉROES, dedicada a la historia de Roma y sus héroes, como modelo a seguir por los Duques. 

En ella se intercalan, en una bóveda octogonal, cuatro héroes de la República romana y las cuatro virtudes cardinales, presididos, en el óvalo central, por Marte y Minerva, como dioses tutelares de “los hechos de guerra y armas y de letras” que dan honra, según escribiera el IV Duque D. Iñigo López de Mendoza en su Memorial de cosas notables (Guadalajara, 1564), en su dedicatoria a su hijo el Marqués de Cenete, D. Diego Hurtado de Mendoza.

En esta pintura central se representa el Duelo de Horacios y Curiacios; a la izquierda enlaza con la Templanza, mujer sentada con unas riendas y una máscara en las manos, y es relacionado por Máximo con el rigor y la severidad, relación seguida por e1 IV Duque en su Memarial. Engarza a su derecha con la virtud de la Fortaleza.



En la siguiente escena vemos a Publio Horacio Cocles defendiendo el puente Sublicio; engarza a su izquierda con la virtud de La Prudencia, mujer sentada con dos cabezas (masculina y femenina, que miran al pasado y al futuro), serpiente (el típico atributo bíblico) en la mano derecha y espejo en la siniestra.


A la Prudencia le sigue la representación de Mucio Scevola jurando ante Lars Porsena darle muerte mientras se quema la mano. Máximo identifica este hecho heroico, como también López de Mendoza, con la virtud de la Paciencia. A la derecha de esta escena nos sorprende la representación de la Justicia, que prescinde de sus atributos tradicionales: la espada y la balanza. En primer lugar, una mujer sentada, con la palma de la mano derecha abierta y en la izquierda un dado con echo puntos; a sus pies una figura masculina (identificable con Caín) con una quijada en la mano significa el homicidio, la muerte injusta. 



Y por último la SALETA DE LOS DIOSES, decorada con diversas divinidades clásicas.

En esta sala aparecen dos escenas de sacrificios antiguos entre figuras divinas, todo ello presidido desde su óvalo central por Júpiter con el águila, cetro y rayos.

Sacrificio a la diosa Vesta.

En el centro de esta imagen se representa a Marte; por encima de él un pavo real, como atributo de su madre Juno, único progenitor del dios de la guerra según De Fastis de Ovidio.

Musas

TODA LA INFORMACIÓN APORTADA EN ESTA PUBLICACIÓN HA  SIDO RECOGIDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:

https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_del_Infantado

https://accesible-turismo.castillalamancha.es/patrimonio/palacio-del-infantado-103464/descripcion/

https://www.guadalajara.es/es/ciudad/monumentos/palacio-del-infantado/

Las colecciones de pintura del palacio del infantado de Guadalajara en la segunda mitad del siglo XVII. Texto Completo Libro (pdf)

MUJERES CON PODER EN LA GALICIA MEDIEVAL (SIGLOS XIII–XV) (pdf)

Los frescos del Palacio del Infantado en Guadalajara: Problemas históricos e iconográficos. frescos_marias_abrabasf_1982.pdf

http://www.xn--espaaescultura-tnb.es/es/obras_de_excelencia/museo_provincial_de_guadalajara/sepulcro_de_dona_aldonza_de_mendoza.html

https://www.herreracasado.com/2020/05/23/pinturas-en-el-infantado/

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